jueves, junio 20, 2013

Cinco años

Siempre intento simplificar las cosas. 
Incluso cuando se trata del amor, esa ciencia inexplicable en la que dos personas totalmente distintas interactúan con resultado aleatorio.
Es evidente que no soy ningún genio ni ningún sabio, pero si tengo mis propias leyes para hacerme la vida más fácil.
Pienso que las dos únicas cosas imprescindibles en una relación son cariño y respeto. Todo lo demás es complementario o accesorio.
Pienso que la manera de hacer feliz a una mujer es, simplemente, escucharla.
Y también pienso que para hacer feliz a un hombre, lo mejor es hacerle sentirse libre.

Quizá no me haga rico escribiendo complejos libros de autoayuda. Sólo es mi forma de tomarme este instante de gloria que me ha tocado en el escenario de la eternidad.

Cuando te conocí no podía imaginarme que cinco años después estaría escribiendo todo esto.
De hecho ni siquiera se me ocurrió pensar que podía existir alguien, como tú, que pudiese llenar mi vida como tú lo haces.

Tienes esa capacidad de convertir en mi hogar cualquier sitio en el que estés conmigo. 

De llenarlo todo de paz. 
De hacerme ver todo de otra manera, muy de cerca, muy de lejos. No distorsionado, sino desde otra perspectiva.
Yo te enseño todo lo que se, pero tú eres la que me das las lecciones.

Pero, sobre todo, te amo porque tú me das la libertad de no tener que hacer algo que no me apetece y poder hacer lo que me gusta. 

Me dejas mi espacio para que esté agradecido en lugar de incómodo.
Y esa es, para mí, la manera más inteligente de amar, de conservar una relación sin roces ni desgaste. 

Y la más simple, porque uno no quiere irse nunca de un sitio en el que se siente a gusto.

Por eso todo lo que hago por tí lo hago con tantas ganas y cariño. 

Lo hago porque es justo y te lo mereces.
Porque tú también me cuidas, a tu manera. 

Porque tras ese esqueleto en apariencia débil, me has demostrado lo fuerte que eres cuando te he necesitado.
Porque tras esa imagen melancólica y callada se esconde una persona Única. Única de verdad, no geneticamente como todos.
Especial, divertida y entretenida. Profunda y espontánea. 

Te admiro porque eres muy distinta a mí, predecible y calculador. Porque tienes esa parte que me falta.

A lo mejor hoy es uno de esos días en los que toca recordar el pasado con nostalgia. 

Puede que fuese así si no supiera que lo mejor de nuestra vida aún está por llegar.

No te cambiaría por nada del mundo. 

Por favor, no cambies tu esencia por nada del mundo.