de las que volvió a manar la sangre que un día se detuvo
las que me hicieron sufrir por fuera lo que sufría por dentro
expulsé a borbotones el veneno inoculado
apretando los dientes.
Me levanté del suelo,
monté en el Fénix surgido de las cenizas
y ascendí victorioso entre los que me creían acabado
haciendo crecer enredaderas
por las paredes de aquel lúgubre pozo
mirandote a los ojos con fuego en mis pupilas
deseché la venganza una vez más.
Sin abrir la boca, grité a tu alma:
"Me mataste, te he vencido, y te perdono."
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