lunes, abril 26, 2010

Otro atardecer en el Atlántico

Templada entre las nubes, otra tarde apacible
con la brisa que amaina, con vespertinos silbidos de humedad,
de graznidos de gaviotas sobre las rocas
que se pintan de espuma durante un instante
y despues se limpian, preparándose para la siguiente ola.
Otro día que se escapa,
y que no quedará en mi memoria porque se fundirá con cientos de atardeceres similares
porque una vez enterrado el sol, todo su recorrido perderá sentido
conscientes como somos de que, en unas horas, volverá a asomar de nuevo por el horizonte.

Pero esta tarde pienso.
¿Qué horrible dolor guardan los que saben que no volverán a ver la luz del día?
Y despues...
¿No es peor ignorar cual será el último atardecer?


Es la única concesión que la muerte le ofrece a la vida,
la del padre que deja jugar a su hijo sin decirle cuánto queda para marcharse.

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