martes, diciembre 11, 2012

Paz

A veces me sorprendo de la paz que irradias. 
Como si las turbulencias de tu interior se diluyeran en tu piel no dejando escapar nada.
Me encanta verte dormir casi tanto como hacerlo a tu lado. 
Entrar en la habitación, taparte y escuchar como me ronroneas. 
Besarte y decirte otra vez más eso que ya sabes de sobra: que te quiero.
Y llenarme de tu paz como lleno mis pulmones de aire fresco en la montaña.

Me hincho de paz cuando te abrazo, cuando damos hierba a los caballos, cuando te paras a mirar a las gallinas, los gatos, las mariposas.
Todo se para. Todo está quieto y nada molesta. Nada sobra. Nada puede romper esa quietud.
Ni las tormentas de tu cabeza, ni las miserias que nos rodean.

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