jueves, julio 12, 2007

Gracias por enseñarme el otro lado

La encontré una noche de borrachera, paseando solo por el bosque de L'Aigüera.
La observaba mientras apuraba otro cigarro, de esos que nunca tuvieron sentido para mí.
Era la ninfa del lago que había formado con sus propias lágrimas.
Me contó que con sus manos era capaz de crear belleza, que siempre andaba encerrada entre pesares.
Y es que, en parte, la inspiración solo nos visita en momentos de melancolía.

Mientras una repentina tormenta convertía su lago en océano tempestuoso, vertió algunas de sus lágrimas en un pequeño frasco y me lo acercó.
Remaba como podía hacia las orillas del lago enbravecido, con el frasco sujeto entre los dientes. Cuando por fin conseguir ganar la orilla, me quedé dormido, y solo los primeros rayos de sol que se filtraban entre los pinos consiguieron despertarme.

Allí no quedaba ni rastro de aquel lago, ni de aquella ninfa, pero en mi mano guardaba aún aquel frasco.
"No lo he soñado"

Volví a mi ciudad, y algunas noches observaba aquel curioso recipiente, preguntándome si realmente contenía lágrimas.
Decidí regresar a aquel lugar, buscarla y hablar con ella.
Tras esperar un rato, apareció en el bosque, me cogió de la mano y, sonriendo, me subió en el viento y me llevó por playas conocidas y desconocidas.
Ya no había lago que la rodeara ni la apresase, ahora lucía unas alas bordadas con carcajadas y poesía.

Nos sentamos en un tejado, mirando al mar, y me perdí entre las luces del puerto, de arenas lejanas.
Pasada la medianoche, tras agotar palabras y miradas, volvimos al bosque.

Y nos despedimos con un abrazo y un beso, solo un beso.

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