lunes, enero 10, 2005

Cortos días, largas jornadas

El principal inconveniente de hacer las cosas rápido es que se termina pronto y te queda tiempo para contemplar, para pensar, mientras otros siguen haciendo su trabajo. Los años me han sentado mal y me ha dado por hacer de mis días uno de esos odiosos capítulos de teleseries en los que se recuerda, entre bordes borrosos, los mejores episodios. Me siento obligado, como los periódicos, a sacar un especial de tropecientasmil páginas a color resumiendo mi vida.
El resultado es que me paso las horas de asueto entre tarea y tarea pensando en Lau, y cuando me canso de echarla de menos me pongo a rebuscar en mi pasado, reciente o lejano, intentando encontrar algún recuerdo que saborear, como un buen solomillo a la parrila.
Cuando estoy con ella no pienso en el pasado, y quizá tiemblo si me aventuro a pensar en el futuro. Trato de disfrutar del presente a su lado y, siendo tan feliz, me da por viajar hasta el futuro de nuevo, hasta esa fecha que se acerca como un coche sin frenos a un precipicio. Lau tendrá que irse, y si se que cada día soy más feliz a su lado tambien se que más daño me hará perderla de repente.

Los cielos despejados están contaminando Madrid. Me encanta el sol, no lo cambiaría por nada, pero se que cuánto más disfrute de sus rayos, menos aire respirarán mis pulmones.

Los días de invierno son cortos, pero pasan tan rápido como las largas tardes de verano. Como aquellas en las que nos conocimos.
Mi condenado futuro pende de un hilo de esperanza...
¿Y si no se fuera? ¿Y si se quedase conmigo para siempre?

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