Estos días, enfurecido, he llamado al viento y levantado temporales.
Para que soplara y limpiase las calles que piso, para que me lleve volando lejos, donde pueda parar el tiempo y verlo todo desde fuera.
Y él acudió a mi llamada, enredando su pelo y empujándola a mi lado.
Viento, mécela si quieres durante un instante, concédenos el baile de un remolino de papeles y despues llevatela.
Pero no juegues con ella, pues tambien sabe formar destructoras tormentas con sus ojos.
Como el alcohol, eres capaz de hacerme hablar, desahogarme, sonreir y dejarme atontado hasta hacer que me duela recordarte a la mañana siguiente.
Pero, aún así, me encanta beber tu sonrisa y tus historias, vacías de sentimiento.
Ahora calmaré al viento y llamaré al sol, para que caliente el cuerpo que dejaste frío y sólo la luna volvió a templar.
Hace tanto de aquello...
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