miércoles, octubre 06, 2004

Abriendo puertas

Laura fue antes a la autoescuela para estar más rato conmigo. Dentro de nada tendrá que empezar a estudiar y además éste fin de semana empieza el curso de Primeros Auxilios.
Fuimos a casa a coger las llaves del coche pero no pude entrar. Mi madre se había dejado la llave puesta. Una vez había escuchado que con el plástico de una botella de Coca-Cola se podía abrir una puerta, pero nunca había tenido curiosidad por intentarlo. Fui a casa de mis tíos y les pedí el dichoso plástico y una vez en casa intenté abrir la puerta. ¡Clack! ¡Qué fácil! La verdad es que hoy en día llaman puerta blindada a cualquier cosa. Yo que pensaba ya en cerrajeros, taladros... y resulta que con un simple plástico puedes entrar en una casa.
MORALEJA: Si pude abrir yo que soy un manazas mejor será dejar cerrado siempre que no haya nadie.
Me han vuelto a joder el retrovisor y ya no se ni cuántos van. Algún hijo de puta de los que van a toda leche con el camión de la basura plegando retrovisores... algun cabrón que no sabe que los retrovisores del Corsa no se plegan, se arrancan. Que pena que no se lo tragase la trituradora un día y que primero le amputase las extremidades para hacer más lenta su agonía.
Hala, ya me he quedado a gusto con los basureros de mi barrio.

Esta mañana he visto subir por la Castellana un autobús propulsado por hidrógeno, con su curioso escape de vapor de agua en el techo. Me da rabia ver como una energía tan limpia y ecológica como la del hidrógeno se queda en meros experimentos, en vez de volcarnos completamente con ella y desarrollarla, dejando de lado el petróleo con su CO2. Yo quiero un coche de hidrógeno, que en lugar de contaminar forme nubes. Me imagino un millón de coches en Madrid echando vapor de agua totalmente puro a la atmósfera, me imagino atardeceres magentas en lugar de grises. ¿Cuándo dejaremos de contaminar el aire?

Que contenta se va a poner la Rose cuando la diga que he visto un camión de Super Bock repartiendo por Madrid. Era la cerveza que bebía en Portugal. Aunque claro, teniendo la Mahou, quien quiere la Super Bock.

Hoy como con Laura, la llevaré a que pruebe el delicioso menú de la Escalera del 13. Que bueno está todo, con lo rarito que soy yo para comer.
Y ésta tarde, pachanguita con mis compañeros de curro en el Fernando Martín. Fútbol Sala, que tampoco están para muchos trotes.

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