jueves, octubre 14, 2004

Red Bull

Ayer, mientras esperaba a que Laura saliese de la autoescuela me tomé un Red Bull. No estaba frío, así que pude apreciar más su peculiar sabor "a jarabe". Y me trajo un montón de recuerdos: de amigos, de borracheras, de fiestas, vacaciones y playa.
La primera vez que probé el Red Bull me pareció muy amargo, pero no me disgustó. Fue en la discoteca Maria Morena, en el Heron City de Las Rozas. Era la primera vez que iba, porque habían llevado allí la famosa Contact que antes estuvo en la sala Fashion de Moncloa.
Yo tomaba vodka con naranja, pero me daba igual Eristoff, Smirnoff o Yurinka.
Aún estaba con mi antigua novia, y salía por las noches con Tomás, Eddie, César y Paco.
El caso es que Tomás, asiduo a las discotecas de dance y progressive (Groove, Radical y todo lo que se le pareciese) me lo dió a probar.
Otro día saliendo del Caprabo me compré dos latas y me las bebí. Así, del tirón. Y se me abrieron los ojos como a un dibujo japonés. Empecé a tener la extraña sensación de estar más despierto que nunca, de que controlaba todo lo que pasaba a mi alrededor. Una experiencia única y mística, algo rarísimo. Si a eso sumamos el priapismo que experimenté a los pocos minutos podríamos decir que sentí sus efectos por primera vez, pero a lo bestia.
Comenzamos a ir a la playa, no solo en vacaciones sino en puentes y fines de semana largos. Y en Benidorm empecé a mezclar vodka con Red Bull. Luego comencé a beberlo con Absolut para tener menos resaca. Juntar Red Bull con alcohol tiene la ventaja de que no te emborrachas, pero la desventaja de que bebes más. Y aunque para el cerebro estuviera con el puntillo, para el estómago me había tomado más de media botella.
En Asturias nos compramos una caja de Red Bull, 24 latas para beberlas entre Tomás y yo.
He llegado a tomarme 10 o 12 en una noche, a tomarlo en el gimnasio, en largos viajes para que no me entrara sueño. Tanto que al final me he vuelto totalmente tolerante. Ahora puedo tomarme uno antes de dormir y no me afecta.
Cuando lo empecé a beber no existía el Burn, ni el Pink Fish, ni el Power Horse ni los cientos de imitaciones que le han salido. Solo existía el Reanimator, y era difícil de encontrar. Hoy en día pedir Red Bull es tan normal como pedir Cocacola.
Ayer recordé todo ésto mientras me bebía la lata. Ahora lo bebo mucho menos, pero me trae buenos recuerdos de otras épocas, de los años que vivía sin pensar en el futuro.

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